Las bebidas energéticas son productos sin alcohol generalmente gasificados, azucarados o edulcorados, que contienen aditivos como conservadores, colorantes y saborizantes. Son bebidas a las que se les atribuyen efectos energizantes y revitalizantes debido a su alto contenido en sustancias estimulantes como la cafeína, taurina, ginseng o guaraná, y algunas de ellas incluso con contenidos variables en minerales o vitaminas.

Su consumo está ampliamente extendido en la población juvenil, aunque su aparición es relativamente nueva. Existe un gran mercado en torno a las bebidas energéticas, respaldado por una potente estrategia de marketing, con diferentes sabores y presentaciones. Las ventas de este tipo de bebidas han aumentado en los últimos años, siendo el 2% del total de las bebidas refrescantes consumidas en nuestro país.

A nivel publicitario se comercializan como bebidas estimulantes, que ayudan al rendimiento y la concentración, y que gracias a sus componentes pueden proporcionar una gran sensación de bienestar y energía. Sin embargo, su consumo no está exento de riesgos para la salud.

Uno de los peligros que conlleva el consumo de este tipo de bebidas, es su altísima concentración en cafeína y azúcar, y en muchas ocasiones la mezcla de estas bebidas junto con alcohol.

Los efectos originados por el consumo de este tipo de bebidas ya son ampliamente conocidos, debido gran concentración en cafeína, pudiendo generar efectos negativos a nivel cardiovascular, cerebral y metabólico.

A nivel cardiovascular, la cafeína tiene efecto vasoconstrictor y produce un endurecimiento de la pared arterial, lo que puede originar un aumento de la tensión arterial, taquicardias y un mayor riesgo de arritmias cardiacas.

El consumo de cafeína también puede producir una hiperexcitabilidad del cerebro, teniendo alto impacto en el desarrollo de este, aumentando el número de dolores de cabeza, insomnio y nerviosismo.

Otras consecuencias podrían ser la pérdida de masa ósea y osteoporosis, alteraciones en la microbiota, incluso podrían llegar a aparecer daños a nivel renal o hepático.

Además, por su alto contenido en azúcares está relacionado con mayor número de casos de sobrepeso y obesidad, así como alteraciones en el metabolismo de la glucosa.

Su consumo continuado y regular se ha asociado a náuseas, palpitaciones, insomnio, falta de concentración y micción frecuente.

El consumo de altos contenidos de cafeína (más de 300mg/día) puede generar síndrome de ansiedad, síndrome hipocondriaco, insomnio, cefalea, síndrome de abstinencia y síntomas depresivos.

En muchas ocasiones son comercializadas como bebidas diseñadas para la rehidratación en la práctica deportiva, es un error muy común. Este tipo de bebidas no están desarrolladas para suplir el aporte hídrico ni electrolítico del organismo, incluso en ocasiones podría potenciar la deshidratación debido a su alto contenido en azúcar y otros compuestos no deseados.

Debemos recordar que la opción más recomendable para paliar la sensación de sed siempre debe ser el agua. El agua es una bebida que ofrece grandes beneficios para la salud, tales como hidratación, absorción de nutrientes, mejora el riego sanguíneo y la salud renal y digestiva, además ayuda a eliminar toxinas.

La AEPED (Asociación Española de Pediatría), advierte del riesgo del consumo de este tipo de bebidas, haciendo hincapié en el impacto que pueden ocasionar tanto en el desarrollo cerebral como físico de los más jóvenes.

Por tanto, el consumo de bebidas energéticas no es recomendable, tanto por su composición (alto contenido en calorías, azúcares y aditivos), como por los efectos estimulantes sobre el sistema nervioso de los más jóvenes debido a su alto contenido en cafeína, siendo estos los más expuestos al consumo de este tipo de productos, que se encuentran apoyados por una importante red de apoyo publicitaria en eventos deportivos, conciertos, redes sociales, etc., lo que hace su consumo se banalice.

A modo de resumen, se debe evitar su consumo en:

  • Niños y adolescentes.
  • Mujeres embarazadas y mujeres en periodo de lactancia.
  • Personas con problemas cardiovasculares e hipertensión.
  • Personas que padecen alteraciones del sueño o cualquier otro tipo de trastorno neurológico que las haga sensibles a la cafeína.

Se debe seguir un patrón de alimentación mediterránea, dejando de lado alimentos procesados, llenos de aditivos y ricos en azúcares simples, y en su lugar priorizar alimentos saludables y la práctica de actividad física de manera regular.