TOCA LA GUITARRA ELÉCTRICA Y EL SAXO EN UN GRUPO
“Mi afición por la música comenzó en el típico campamento de verano de preadolescente donde los que no quisieran dormir podía apuntarse a unas clases de guitarra. Ahí di mis primeros acordes.
Fueron pasando los años… mi primera guitarra acústica, tocaba country con mi guitarra y una armónica, temas de John Denver, America, Elvis, etc., luego vino mi primera guitarra eléctrica. Recuerdo que una tienda de Madrid trajo unas guitarras muy baratas de China, y salimos todos corriendo a conseguir una, se agotaron en seguida. A partir de ahí comencé a tocar en grupos con amigos, ya estaba en la universidad, y participábamos en concursos de nuevas promesas de la provincia de Madrid.
Cuando la cosa empezaba a ir más en serio, me compre un equipo profesional y dábamos conciertos en pubs y discotecas. Componíamos nuestros propios temas y grabamos nuestras primeras maquetas en un estudio, que promocionamos con entrevistas en la radio. Vivimos a tope la “movida madrileña”, la nueva ola.
Y me vine a vivir a Sevilla. Aquí me costó conectar con el mundo musical, seguía muy conectado con mi grupo de Madrid, de hecho, me fui un fin de semana con ellos a grabar un disco. Tuve unos cuantos intentos fallidos con grupos en Sevilla, hasta que di con uno que parecía que podía cuajar, no llegamos a dar más que un par de conciertos y finalmente nos disolvimos.
A estas alturas había pasado por el Country, el Pop, el Rock, el Heavy, el Rock&Roll, el Rockabilly y el Blues. La falta de tiempo (léase criar a 4 hijos) me alejó de la música, pero sin dejar de escuchar. Mis gustos fueron cambiando y empecé a interesarme por el Jazz. Alucinaba con el Jazz, su riqueza en armonía, sus posibilidades, infinitamente más rico que cualquier estilo que hubiera tocado hasta entonces.
10 años después decidí retomar la guitarra, pero esta vez con el Jazz. Me apunté a una escuela y un año después había recuperado mi soltura con la guitarra. Pero me di cuenta que ya con la guitarra había tocado techo y me planteé un cambio, el saxo. Siempre me había gustado el sonido del saxo, pero no tenía claro si me iba a gustar su ejecución (especialmente la parte de soplar). Así que me compré un saxo barato para probar y me apunté a unas clases. En 2 años ya lo dominaba y estaba tocando con un grupo. Montamos una veintena de temas y empezamos a dar conciertos por Sevilla. Me fascinaba el cariz de este grupo porque unos venían del blues, otros del pop, otros veníamos del jazz. Esto generaba unas versiones alucinantes de los temas, muy personales, donde cada cual aportaba su estilo. Una simbiosis única.
Pero como todo lo bueno… se acaba: se nos fue el bajista y antes de poder recomponer le grupo vino el COVID, y ahí se acabó. Todos los días me digo: “a ver si tengo un rato y vuelvo a coger el saxo”, pero…. Que conste que ganas no me faltan, y si me surge la oportunidad de tocar en otro grupo, me apunto.